Introducción: Razón
Y Fe.
San Agustín es uno de los principales Padres
de la Iglesia Católica. Realiza una reformulación completa del pensamiento
cristiano, que será la base para el pensamiento medieval posterior. Según San Agustín, es en el interior del ser
humano donde debe buscarse la razón y el principio de su actividad intelectual
y práctica. Por influyentes y dignos que sean los testimonios e impulsos
exteriores, lo más cierto y valioso será lo que se siente en la propia interioridad.
Por lo tanto, si queremos discernir situaciones intelectuales o morales
deberemos aclarar nuestra propia conciencia mediante la atención y el examen
personal, para sernos fieles y no engañarnos a nosotros mismos. Su máxima es “vuelve
sobre ti mismo”, y su concepto de confesión significa poner en claro la propia
intimidad. Es en la interioridad del alma donde se despliega la tensión hacia
la verdad y la Felicidad. No hay verdad sin felicidad y felicidad sin verdad.
Para San Agustín, la aspiración natural del
hombre es alcanzar la felicidad, y esta felicidad la identifica con el
conocimiento de la Verdad. Coherente con tales supuestos, el objetivo de su
actitud intelectual se dirigió a buscar un saber o ciencia en cuyo conocimiento
se aunasen Felicidad y verdad. De esta manera, tanto la razón como la fe persiguen
los mismos fines: conseguir la felicidad y la verdad para el ser humano. Son
dos vías con las que cuenta el creyente para alcanzar su felicidad.
La fe prepara el camino para que la razón encuentre.
La fe posibilita el conocimiento. Por lo tanto, nosotros al creer en Dios
mediante la fe podemos, a su vez, adquirir el conocimiento de distintas
verdades. En este sentido, la fe es una condición de posibilidad del
conocimiento. No obstante, adopta una postura ante el problema del conocimiento
que recuerda a Platón en el Fedón: el conocimiento supremo sólo se alcanzará
plenamente tras la muerte.
Dios.
Esta verdad a la que el hombre natural aspira
es Dios. La esencia de la Verdad
(Dios) está unida inseparablemente a su existencia. Esencia y existencia van
unidas. El conocimiento de Dios es el Bien
Supremo para el hombre, su felicidad. La razón es la facultad del alma
para conocer la verdadera esencia; pero para lograr el conocimiento de estas
verdades, es necesario conocer la realidad que las fundamenta: Dios. Pero no se
pueden conocer las verdades necesarias relativas a Dios mediante la razón; es precisa
la intervención de una iluminación divina para que el conocimiento supremo sea
posible. No es posible el conocimiento
supremo si Dios no interviene. San Agustín, tras su búsqueda de la verdad por medio de la razón
descubrió que era la fe la que le ofrecía la posibilidad de la verdad que la
razón no le brindaba. Así se percató de la necesidad de creer para saber, más que saber para creer. La fe posibilita el
conocimiento y, por lo tanto, la vida feliz del hombre. Encontramos un rasgo
específicamente medieval en la filosofía de san Agustín: la prioridad de la fe
sobre la razón. Para alcanzar la unión con Dios, no es suficiente sólo la
intervención de la fe; sino que es necesaria la intervención de Dios. Esta intervención de Dios en la vida del
hombre es la gracia divina. Sin
la participación de Dios, el hombre por sí sólo, no alcanzaría la plena felicidad.
Según su teoría el ser humano encuentra en su
propia razón verdades necesarias y universales, la primera es la propia
aspiración humana a la verdad y a la felicidad. Pero también los primeros
principios de la razón, los axiomas matemáticos, o ideas como justicia, belleza,
bien, igualdad, diferencia, etc., que aparecen en el entendimiento como
verdades eternas son verdades eternas intemporales y supra personales porque no
dependen de ningún ser humano individual. Son verdades que no cambian y han
tenido siempre validez, es decir, son necesarias; pero sería contradictorio
afirmar algo necesario sin un ser necesario que sea su fundamento. Influido por
Platón, San Agustín sitúa en la inteligencia divina las “ideas ejemplares” de
todas las cosas del mundo. En la mente divina, desde la eternidad, están
presentes los modelos de cada una de las cosas, que irán apareciendo en el
tiempo según el designio y la acción creadora de Dios. Por su sabiduría y
guiado por el amor, Dios, irá otorgando realidad en el mundo a sus ideas
ejemplares. En correspondencia con las ideas ejemplares, dios introdujo en la
materia informe las que Agustín llama razones germinales. La materia lleva en sí
misma la semilla o raíces de las que según el designio divino se originan las
cosas. En consecuencia podríamos decir que en todos los seres esta doblemente
impresa la huella de dios. Por un lado ya que responden a sus ideas ejemplares
y por otro lado porque los seres se originan a partir de las semillas impresas
por él en la materia. Esta doble razón justifica la siguiente afirmación
agustiniana: los seres llevan en sí mismo la imagen de Dios. Es en el ser humano
donde la huella divina se hace más evidente.
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