Aristóteles dividió las
ciencias en tres grandes sectores:
1.
Ciencias teoréticas, es decir, ciencias que estudian el saber por sí
mismo.
2. Ciencias prácticas, es decir, ciencias que buscan el saber para
lograr por su intermedio la perfección.
3.
Ciencias creadoras o productivas, aquellas que buscan el saber con el propósito de
producir determinados objetos.
Las que poseen una dignidad y
un valor más elevado son las primeras, por lo que conviene indicar nuestra
exposición a partir de las ciencias
teoréticas comenzando por la más elevada de ellas: la metafísica.
La metafísica o filosofía
primera se diferencia de las filosofías segundas (ciencias parciales) en cuanto
que estas se ocupan de géneros del ser, esto es, de ámbitos parciales de la
realidad. Así la física no constituye una ciencia primera en cuanto se ocupa de
un género determinado del ente. Ahora bien, Aristóteles, atribuye a la
metafísica el estudio del ente en cuanto ente, esto es, el estudio de los
principios universales y necesarios del ser. En este sentido la metafísica es
una ontología (ciencia del ser).
Estudia las primeras causas y los primeros principios de la realidad.
El ser, según Aristóteles, aunque
es único se manifiesta de diez maneras diferentes denominadas categorías. Aristóteles
distingue diez categorías: sustancia,
cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, situación, posesión, acción y
pasión. La primera, es la sustancia,
que es la categoría fundamental, y las nueve restantes son accidentes o
modificaciones que se predican de la sustancia.
Aristóteles aporta varias
definiciones del término sustancia. La sustancia
primera es cualquier individuo. Este es el sentido originario y propiamente
dicho de la sustancia. Es individual e intransferible; siendo aquello que no
puede ser predicado de ningún otro ente (Silvia). La sustancia segunda es entendida como la esencia. Aristóteles se
refiere al género y a la especie, es decir, aquellas propiedades comunes a
varios seres que lo determinan de manera esencial (hombre-animal).
En último lugar hace
referencia a aquello que es capaz de existir independientemente, de manera
autónoma.
Aristóteles distingue tres tipos de sustancias:
1.
Las sensibles-corruptibles, que nacen y
perecen por sí mismas (todos los seres naturales y los entes de este mundo).
2.
Las sensibles pero incorruptibles (cielos y
astros).
3.
La suprasensible que es una sola: la
sustancia inmóvil y eterna.
En relación con la sustancia
podemos hablar de los accidentes. Estos son aquellas propiedades no esenciales
ni necesarias de una sustancia. No existen sin ella, necesitan de esta para
existir. Por el contrario la sustancia si existe por si misma sin necesidad
alguna de los accidentes.
El acto y la potencia son
principios del ser que explican como las sustancias pueden adquirir la
perfección que les falta. El acto expresa la perfección de un ser en un momento
dado (su actualidad). La potencia en cambio designa lo que puede llegar a ser.
El ser está compuesto de
materia y forma. Aristóteles sostiene que la sustancia es un compuesto de
materia y forma (teoría Hilemórfica).
La materia (Hile) es el
principio constitutivo de las realidades sensibles, ya que sirve como sustrato
de la forma (la madrera es el sustrato de la forma del mueble) no obstante, la
materia es por sí misma potencialidad indeterminada y únicamente puede
actualizarse y transformarse en algo determinado si recibe tal determinación
mediante una forma.
La forma en cambio, en la
medida que es el principio que determina, actualiza, realiza la materia y
constituye aquello que es cada cosa. Es un elemento constitutivo intrínseco de
la cosa misma. Es una forma en la materia.
La materia es potencia,
potencialidad, en el sentido de que es una capacidad de asumir o recibir la
forma. La forma, en cambio, se configura como acto o actualización de esa
capacidad. (El bronce es potencia de la estatua). La estatua es la
actualización del bronce.
En la producción de cualquier
ser intervienen según Aristóteles cuatro causas: formal, material, eficiente y final. La causa eficiente es el agente que la produce mientras que la causa final designa el objetivo o fin para el
que algo está constituido.
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