Ética
La Ley Eterna es el designio de Dios sobre las
criaturas. Ese designio es impreso por Dios en forma de ley natural; que les
impulsa (seres humanos) a realizar sus
propios fines en el mudo. De esta manera, la ley natural es la presencia en la
naturaleza de la ley eterna. En el ser humano, la ley natural aparece como
tendencia hacia el fin, principio inscrito en la propia naturaleza humana; “ El
bien ha de hacerse y buscarse; el mal ha de evitarse”.
Siguiendo a
Aristóteles, para el cumplimiento de la ley natural juegan un papel muy
importante los hábitos y las virtudes. Los hábitos fundamentales son las
virtudes, adquiridas mediante la repetición de actos que disponen hacia el bien.
Santo Tomás distingue entre:
Las virtudes intelectuales o dianoéticas (inteligencia,
ciencia, sabiduría y prudencia). La prudencia las sintetiza a todas, ya
que consiste en el ejercicio de la recta
razón que en cada momento dicta y hace lo más conveniente para obrar o vivir
bien.
Las virtudes morales o prácticas (templanza,
fortaleza, justicia) guardan relación con el tipo de acción que se debe realizar.
Por último, fiel a sus creencias cristianas, para Santo
Tomás, la felicidad está en posesión de Dios, por ello son necesarias las virtudes
teologales (la fe, la esperanza y la caridad).
Por último es necesario aludir a la libertad, en tanto que, aunque la voluntad
esté encaminada al bien, el entendimiento debe discernir en cada caso en qué
consiste ese bien y motivar la libertad hacia él. El fin del hombre es
conseguir la felicidad absoluta que consiste en la visión de Dios en el más
allá. Es una felicidad sobrenatural que
Santo Tomás llama beatitud, premio a la virtud. Son buenas aquellas acciones
que nos conducen a la beatitud y malas aquellas que nos alejan de ella.
Política
Santo Tomás, siguiendo a Aristóteles de nuevo,
afirma que el hombre es, por naturaleza, un ser social, un ser político, que
vive en comunidad, evidencia de ello es su capacidad de expresarse y comunicarse
mediante el lenguaje.
El Estado es una institución natural, con
derecho propio, cuyo objetivo es trabajar por el bien común de los ciudadanos,
siendo un instrumento más y no un obstáculo para que alcancen su verdadero Bien,
que, para Tomás, es sobrenatural, es decir, la visión de la esencia divina.
Es en la cuestión política dónde Santo Tomás
hace alusión a la ley positiva, como una prolongación de la ley natural.
Constituye en conjunto de normas morales que permiten al hombre vivir en
sociedad. Puesto que se basa en la ley natural, la organización del Estado debe
adecuarse a ella y, en última instancia, a la ley divina.
El fin del Estado es conducir a los ciudadanos
a una vida feliz y virtuosa por lo que el gobernante, a la hora de legislar,
debe intentar que las leyes sociales se acomoden a la ley natural, y no tiene
legitimidad para crear leyes contrarias a dicha ley.
Por último, Santo Tomás, también aborda el
problema clásico de las formas de gobierno. Considera que la organización más
adecuada es la monarquía constitucional, cuya soberanía se basa en el bien del
pueblo. Para evitar abusos, lo más adecuado parece ser mitigarla con una mezcla
de aristocracia y democracia. En el extremo contrario, la tiranía le parece la
forma de gobierno más deplorable, aunque no justifica la abolición del sistema
mediante la violencia y el asesinato.
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