domingo, 24 de enero de 2016

La Ilustración II: Kant I

Inmanuel Kant (1724-1804)


La obra de Kant puede ser considerada la culminación filosófica del siglo XVIII. Su pensamiento representa un intento vigoroso y original de superar y sintetizar  las dos corrientes fundamentales de la modernidad, el racionalismo y el empirismo. Al afirmar que el conocimiento se limita a la experiencia, la  filosofía kantiana se aproxima al empirismo, y al afirmar que no todo conocimiento procede de la experiencia se acerca al racionalismo. Pero también es esencial en el pensamiento Kantiano la Ilustración.

La filosofía kantiana es una filosofía crítica, trata de analizar y comprender la posibilidad y límites de la Razón tanto en su aspecto teórico como práctico.  Así intenta responder a tres preguntas fundamentales: ¿qué puedo conocer?, ¿qué debo hacer?; ¿qué  me cabe esperar? Las tres se pueden expresar con la pregunta más general: ¿qué es el hombre?


USO TEÓRICO DE LA RAZÓN: Teoría del conocimiento y metafísica

Kant responde a la primera pregunta en la Crítica de la razón pura, dónde estudia el conocimiento, es decir, el uso teórico de la razón.

La cuestión más importante que se plantea en esta obra es si es posible la metafísica como ciencia.
Kant creyó que los errores de la metafísica provenían de una “extralimitación de la razón al no respetar sus propios límites y pretender alcanzar un conocimiento más allá de toda experiencia.
 Para averiguar si la metafísica puede ser considerada como ciencia debemos investigar primero qué condiciones hacen posibles los juicios científicos, lo que exige establecer dos clasificaciones  de juicios fundamentales:

La primera los divide en juicios analíticos y juicios sintéticos: en los juicios analíticos el predicado se incluye en la noción de sujeto, por lo que no nos dan información nueva alguna, no son extensivos sino explicativos; y juicios sintéticos cuando el predicado no se incluye en el sujeto.  Son juicios informativos o extensivos y  amplían nuestro conocimiento.

La segunda los clasifica en a priori y a posteriori: juicios a priori si su verdad puede ser conocida independientemente de la experiencia, ya que su fundamento no se halla en ésta; son juicios universales y necesarios;  y juicios a posteriori si su verdad es conocida a partir de la experiencia; son particulares y contingentes.

Tras ésta doble clasificación, concluye Kant que, los juicios de la ciencia son juicios sintéticos, es decir, amplían nuestro saber, pero al mismo tiempo son a priori, porque son universales y necesariamente verdaderos ya que su validez no se limita a una experiencia concreta. Esto significa que en el proceso de conocimiento  es decisivo el sujeto, quien organiza los datos de los sentidos (Idealismo trascendental).

Kant  desarrolla su teoría del conocimiento en dos partes fundamentales dentro de la Crítica de la Razón Pura: Estética Trascendental y Lógica Trascendental (Subdividida a su vez en Analítica y Dialéctica Trascendental.)

Haciendo alusión a la primera de ellas, en el proceso de conocimiento, primero interviene la sensibilidad (capacidad de recibir pasivamente representaciones sensibles de los objetos), que mediante las intuiciones puras de espacio y tiempo, organiza los datos caóticos sensibles (o materia del conocimiento), constituyendo nuestra representación mental del objeto, el fenómeno. De esta manera, el fenómeno constituye la primera síntesis a priori llevada a cabo por el sujeto.
Es también en la Estética Trascendental  dónde Kant fundamenta la posibilidad de la matemática como ciencia. El espacio  así, posibilita el juicio sintético de la geometría, mientras que  el tiempo lo posibilita en la aritmética.

La sensibilidad realiza de esta manera la primera síntesis al unificar las sensaciones en el tiempo y el espacio, pero percibir  los objetos no es comprenderlos. Es en la Analítica trascendental dónde Kant alude a la función propia del entendimiento: comprender. Comprender los fenómenos es poder referirlos  a un concepto. Kant distingue dos tipos de conceptos, los empíricos, que proceden de la experiencia y son a posteriori, y los conceptos puros o categorías, que no proceden de la experiencia y son a priori. Las categorías son nociones que no se refieren a datos empíricos pero tampoco son construidas, "inventadas" empíricamente por el hombre, pues pertenecen a la estructura del entendimiento (son a priori).

El conocimiento es posible porque aplicamos las categorías a las impresiones sensibles estructuradas espacio-temporalmente (fenómeno). Los conceptos puros son condiciones trascendentales, necesarias, de nuestro conocimiento de los fenómenos ya que el entendimiento no puede pensarlos si no es aplicándoles estas categorías. De este modo, el conocimiento resulta de la cooperación entre la sensibilidad y el entendimiento: la sensibilidad nos da objetos, el entendimiento los piensa; pero las categorías solamente son fuente de conocimiento aplicadas a los fenómenos (a las impresiones sensibles que se dan en el espacio y el tiempo) y no tienen aplicación válida más allá de los fenómenos. El error de la filosofía dogmática consiste en usar las categorías para referirse a realidades trascendentes (Dios, alma…) (uso ilegítimo). Así pues, sólo podemos conocer  los fenómenos, en cambio, las cosas en sí mismas (noúmenos) no pueden ser conocidos ya que no tenemos experiencia de ellos.

Kant define fenómeno como la representación de las cosas tal y como se nos aparece en el espacio y el tiempo por oposición al noúmeno como representación de las cosas como son en sí mismas, independientemente de su relación con nuestro modo de percibirlas. La noción del noúmeno es necesaria para señalar los límites de nuestro conocimiento. Nuestro conocimiento no puede extenderse más allá de la intuición sensible. A esto se le llama sentido negativo de la noción de noúmeno. En sentido positivo, el noúmeno solo podría ser objeto de una intuición intelectual. Pero el hombre no puede tener una idea de una facultad no sensible, por ello no es posible conocer la existencia del noúmeno, siendo éste un pensamiento sin realidad.



Por último es en la Dialéctica Trascendental dónde Kant realiza una crítica de la razón. Critica  su pretensión de darnos conocimiento de las cosas en sí o noúmenos y de las realidades suprasensibles. La última facultad que interviene en el proceso de conocimiento es la razón, que piensa por medio de ideas. Es la razón la que llevará a cabo una última síntesis superior: Las ideas trascendentales. Estas ideas son el mundo como totalidad, el alma y Dios. Resulta evidente que tales ideas no pueden ser objeto de intuición sensible. Pero la razón tiende a hacer de estas ideas objetos reales y a tratarlas como tales aplicándoles categorías. De esta manera la razón incurre en una ilusión trascendental.  No podemos tener un conocimiento científico de dichas ideas (la metafísica no es ciencia) pero éstas si tienen una utilidad práctica. Su uso es un uso regulativo. Por ello, Kant  traslada los problemas planteados por las ideas trascendentales al ámbito de la acción, de la ética, y tratará de darles una solución en la Crítica de la Razón Práctica.

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