“No
basta, empero, con decir así que la virtud es un hábito, sino que es preciso
decir cuál. Digamos, pues, que toda virtud perfecciona la buena disposición de
aquello cuya virtud es, y produce adecuadamente su obra propia: como, por
ejemplo, la virtud del ojo hace bueno al ojo y a su función: por la virtud del
ojo vemos bien. Del mismo modo la virtud del caballo le hace ser buen caballo,
apto para correr, para llevar al jinete y para esperar al enemigo. Si así es,
pues, en todos los casos, la virtud del hombre será entonces aquel hábito por
el cual el hombre se hace bueno y gracias al cual realizará bien la obra que le
es propia. Cómo sea esto posible, lo hemos dicho ya, pero se tornará más claro
aún, si consideramos cuál es la naturaleza de la virtud.”
Texto 2
“Cada
vida es un punto de vista sobre el universo. En rigor, lo que ella ve no lo
puede ver otra. Cada individuo -persona, pueblo, época- es un órgano
insustituible para la conquista de la verdad. He aquí cómo ésta, que por sí
misma es ajena a las variaciones históricas, adquiere una dimensión vital. Sin
el desarrollo, el cambio perpetuo y la inagotable aventura que constituyen la
vida, el universo, la omnímoda verdad quedaría ignorada. El error consistía en
suponer que la realidad tenía por sí misma, e independientemente del punto de
vista que sobre ella se tomara, una fisonomía propia…Pero es el caso que la
realidad, como un paisaje, tiene infinitas perspectivas, todas ellas igualmente
verídicas y auténticas”.
Texto 3
-
SÓCRATES:(…)¿acaso lo que llamamos aprender no sería
recuperar un conocimiento ya familiar?¿Llamándolo recordar lo llamaríamos
correctamente?
-
SIMMIAS: Desde luego.
-
SÓCRATES: Entonces ya se nos mostró posible eso, que al
percibir algo, o viéndolo u oyéndolo o recibiendo alguna otra sensación,
pensemos a partir de eso en algo distinto que se nos había olvidado, en algo a
lo que se aproximaba eso siendo ya semejante o desemejante a él. De manera que
esto es lo que digo, que una de dos, o nacemos con ese saber y lo sabemos todos
a lo largo de nuestras vidas, o que luego, quienes decimos que aprenden no
hacen nada más que acordarse, y el aprender ser sería reminisciencia.
-
SIMMIAS:Y en efecto que es así, Sócrates
Texto
4
“Cuando se tiene la necesidad de hacer
de la razón un tirano, como hizo Sócrates, entonces necesariamente no es
pequeño el peligro de que alguna otra cosa haga al tirano. La racionalidad fue
intuida entonces como salvadora; ni Sócrates ni un “enfermo” era libre de ser
razonable –era de rigor, era su último recurso. El fanatismo con el que toda la
reflexión griega posterior se lanza sobre la racionalidad delata una situación
de emergencia: se estaba en peligro; sólo se tenía una elección: o ir a pique o
ser absolutamente razonable (…) El moralismo de los filósofos griegos a partir
de Platón esta patológicamente condicionado y, asimismo, su apreciación de la
dialéctica.
Texto 5
"Evodio-
Explícame ya, si es posible, por qué ha dado Dios al hombre el libre arbitrio
de la voluntad, puesto que de no habérselo dado, ciertamente no hubiera podido
pecar.
Agustín- ¿Tienes ya por cierto y averiguado
que Dios ha dado al hombre una cosa que, según tú, no debiera haberle dado?
Evodio- Por lo que me parece haber entendido
en el libro anterior, es evidente que gozamos del libre arbitrio de la voluntad
y que, además, él es el único origen de nuestros pecados.
Agustín- También yo recuerdo que llegamos a
esta conclusión sin género de duda. Pero ahora te he preguntado si sabes que
Dios nos ha dado el libre arbitrio de que gozamos, y del que es evidente que
trae su origen el pecado.
Evodio- Pienso que nadio sino Él, porque se Él
procedemos, y ya sea que pequemos, ya sea que obremos bien, de Él merecemos el
castigo y el premio.
Agustín- También deseo saber si comprendes
bien esto último, o es que lo crees de buen grado, fundado en el argumento de
autoridad, aunque de hecho no lo entiendas.
Evodio- Acerca de esto último confieso que
primeramente di crédito a la autoridad. Pero ¿puede haber cosa más verdadera
que el que todo bien procede de Dios, y que todo cuanto es justo es bueno, y
que tan justo es castigar a los pecadores como premiar a los que obran
rectamente? De donde se sigue que Dios aflige a los pecadores con la desgracia
y que premia a los buenos con la felicidad."
Texto 6
El ser estático queda declarado
cesante -ya veremos cuál es su subalterno papel- y ha de ser sustituido por un
ser actuante. El ser del mundo ante mí es -diríamos- un funcionar sobre mí, y,
parejamente, el mío sobre él. Pero esto -una realidad que consiste en que un yo
vea un mundo, lo piense, lo toque, lo ame o deteste, le entusiasme o le
acongoje, lo transforme y aguante y sufra, es lo que desde siempre se llama
'vivir', 'mi vida', 'nuestra vida', la de cada cual.»
Texto7
Hallamos en la naturaleza cosas que
pueden existir o no existir, pues vemos seres que se producen y seres que se
destruyen, y, por tanto, hay posibilidad de que existan y de que no existan.
Ahora bien, es imposible que los seres de tal condición hayan existido siempre,
ya que lo que tiene posibilidad de no ser hubo un tiempo en que no fue. Si,
pues, todas las cosas tienen la posibilidad de no ser, hubo un tiempo en que
ninguna existía. Pero, si esto es verdad, tampoco debiera existir ahora cosa
alguna, porque lo que no existe no empieza a existir más que en virtud de lo
que ya existe, y, por tanto, si nada existía, fue imposible que empezase a
existir cosa alguna, y, en consecuencia, ahora no habría nada, cosa
evidentemente falsa. Por consiguiente, no todos los seres son posibles o
contingentes, sino que entre ellos forzosamente, ha de haber alguno que sea
necesario. Pero el ser necesario o tiene la razón de su necesidad en sí mismo o
no la tiene. Si su necesidad depende de otro, como no es posible, según hemos
visto al tratar de las causas eficientes, aceptar una serie indefinida de cosas
necesarias, es forzoso que exista algo que sea necesario por sí mismo y que no
tenga fuera de sí la causa de su necesidad, sino que sea causa de la necesidad
de los demás, a lo cual todos llaman Dios …”
Texto
8
“Objetos similares siempre están
conjuntados con objetos similares. De esto tenemos experiencia. De acuerdo con
esta experiencia, podemos, pues, definir una causa como un objeto seguido de
otro, cuando todos los objetos similares al primero son seguidos por objetos
similares al segundo (…)La aparición de una causa siempre comunica a la mente,
por una transición la idea de efecto. De esto también tenemos experiencia.
Podemos, por tanto, de acuerdo con esta experiencia, dar otra definición de
causa y llamarla un objeto seguido por otro. Y cuya aparición siempre conduce
al pensamiento a aquel otro. Aunque ambas definiciones se apoyan en
circunstancias extrañas a la causa, no podemos remediar este inconveniente o
alcanzar otra definición más perfecta que pueda indicar la dimensión de la
causa que le da conexión con el efecto.
Texto 9
"Por "Dios" entiendo
una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente,
omnipontente, que me ha creado a mí mismo y a todas las demás cosas que existen
(si es que existe alguna). Pues bien, eso que entiendo por Dios es tan grande y
eminente que cuanto más atentamente lo considero menos convencido estoy de una
idea así pueda proceder sólo de mí. Y, por consiguiente, hay que concluir
necesariamente, según lo antedicho, que Dios existe. Pues aunque yo tenga la
idea de sustancia en virtud de ser yo una sustancia, no podría tener la idea de
una sustancia infinita, siendo yo finito, si no la hubiera puesto en mí una
sustancia que verdaderamente fuera infinita."
Texto
10
“En fin, como dándose cada individuo a todos, no se da a
nadie, y como no hay un solo asociado sobre el cual no se adquiera el mismo
derecho que a él se le cede sobre uno mismo, se gana el equivalente de todo lo
que se pierde y más fuerza para conservar lo que se tiene.
Por tanto, si se elimina del pacto social lo que no le es
de esencia, nos encontramos con que se reduce a los términos siguientes: “Cada
uno de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema
dirección de la voluntad general, y nosotros recibimos además a cada miembro
como parte indivisible del todo”
Texto 11
«Y así encontramos en el
hombre una inclinación que le es común con todas las sustancias, consistente en
que toda sustancia tiende por naturaleza a conservar su propio ser. Y de
acuerdo con esta inclinación pertenece a la ley natural todo aquello que ayuda
a la conservación de la vida humana e impide su destrucción. En segundo lugar,
encontramos en el hombre una inclinación hacia bienes más determinados, según
la naturaleza que tiene en común con los demás animales, y a tenor de esta
inclinación se consideran de ley natural las cosas que la naturaleza ha
enseñado a todos los animales, tales como la conjunción de los sexos, la
educación de los hijos y otras cosas semejantes. En tercer lugar, hay en el
hombre una inclinación al bien correspondiente a la naturaleza racional, que es
la suya propia, como es, por ejemplo, la inclinación natural a buscar la verdad
acerca de Dios y a vivir en sociedad. Y, según esto, pertenece a la ley natural
todo lo que atañe a esta inclinación, como evitar la ignorancia, respetar a los
conciudadanos y todo lo demás relacionado con esto.
Texto
12
“Pues bien: entre esas ideas, unas me
parecen nacidas conmigo (…) y otras, extrañas y oriundas de fuera (…) y otras
hechas he inventadas por mí mismo. Pues si tengo la facultad de concebir qué
sea lo que, en general, se llama cosa o verdad o pensamiento, me parece que no
lo debo sino a mi propia naturaleza; pero si oigo ahora un ruido, si veo el
sol, si siento el calor, he juzgado siempre que esos sentimientos procedían de
algunas cosas existentes fuera de mi; y por último, me parece que las sirenas,
los hipogrifos y otras fantasías por el estilo, son ficciones e invenciones de
mi espíritu.
Texto
13
«He aquí,
pues, que podemos dividir todas las percepciones de la mente en dos clases o
especies, que se distinguen por sus distintos grados de fuerza o vivacidad. Las
menos fuertes e intensas comúnmente son llamadas pensamientos o ideas;
la otra especie carece de un nombre en nuestro idioma, como en la mayoría de
los demás, según creo, porque solamente con fines filosóficos era necesario
encuadrarlas bajo un término o denominación general. Concedámonos, pues, a
nosotros mismos un poco de libertad y llamémoslas impresiones, empleando
este término en una acepción un poco distinta de la usual. Con el término
impresión, pues, quiero denotar nuestras percepciones más intensas: cuando
oímos, o vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos, o deseamos, o queremos. Y las
impresiones se distinguen de las ideas, las cuales son percepciones, menos
intensas de las que tenemos conciencia cuando reflexionamos sobre las sensaciones
o movimientos arriba mencionados.»
Texto
14
“….Pero, deseando yo en esta ocasión tan sólo buscar la verdad,
pensé que debía hacer todo lo contrario y rechazar como absolutamente falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda , para ver si, después de hecho
esto, no me quedaba en mis creencias
algo que fuera enteramente indudable.
Así puesto que los sentidos nos engañan a veces, quise suponer que no hay cosa alguna que sea tal como ellos
nos la hacen imaginar (…).Finalmente, considerando que los mismos pensamientos
que tenemos estando despiertos pueden
también ocurrírsenos cuando dormimos, sin que en tal caso se ninguno verdadero,
resolví fingir que todas las cosas que hasta entonces habían entrado en mi
espíritu no eran más ciertas que las ilusiones de mis sueños. Pero advertí en
seguida que aún queriendo pensar, de este modo, que todo es falso, era
necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. Y al advertir que esta
verdad- pienso, luego soy-era tan firme y segura (…)juzgué que podía aceptarla
sin escrúpulos como el primer principio de la filosofía que buscaba.”
Texto
15
“No quieras derramarte fuera; entra
dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la verdad; y si
hallaréis que tu naturaleza es mudable, trasciendeté a ti mismo, mas no olvides
que, al remontarte sobre las cimas de tu ser, te elevas sobre tu alma, dotada
de razón. Encamina , pues, tus pasos allí donde la luz de la razón se
enciende. Pues, ¿a dónde arriba todo buen pensador sino a la verdad? La cual no
se descubre a sí misma mediante el discurso, sino es más bien la meta de toda
dialéctica racional. Mírala como la armonía superior posible y vive en
conformidad con ella. Confiesa que tú no eres la verdad, pues ella no se busca
a sí misma, mientras tú le diste alcance por la investigación, no recorriendo
espacios sino con el afecto espiritual, a fin de que el hombre interior
concuerde con el huésped, no con la fruición carnal y baja, sino con subidísimo
deleite espiritual”
Texto
16
Los juicios de la experiencia, como tales, son todos
sintéticos. En efecto, sería absurdo fundar un juicio analítico
en la experiencia, ya que para formularlo no tengo que salir de mi concepto. No
me hace falta, pues, ningún testimonio de la experiencia. "Un cuerpo es
extenso" es una proposición que se sostiene a priori, no un juicio
de experiencia, pues ya antes de recurrir a la experiencia tengo en el concepto
de cuerpo todos los requisitos exigidos por el juicio. Sólo de tal concepto
puedo extraer el predicado, de acuerdo con el principio de contradicción, y, a
la vez, sólo él me hace adquirir conciencia de la necesidad del juicio,
necesidad que jamás me enseñaría la experiencia. Por el contrario, aunque no
incluya el predicado "pesado" en el concepto de cuerpo en general,
dicho concepto designa un objeto de experiencia mediante una parte de ella. A
esta parte puedo añadir, pues, otras partes como pertenecientes a la
experiencia anterior. Puedo reconocer de antemano el concepto cuerpo analíticamente
mediante las propiedades de extensión, impenetrabilidad, figura, etc.,
todas las cuales son pensadas en dicho concepto. Pero ampliando ahora mi
conocimiento y volviendo la mirada hacia la experiencia de la que había
extraído el concepto de cuerpo, encuentro que el peso va siempre unido a las
mencionadas propiedades y, consiguientemente, lo añado a tal concepto como
predicado sintético. La posibilidad de la síntesis del predicado
"pesado" con el concepto de cuerpo se basa, pues, en la experiencia
(...).
En el caso de los juicios sintéticos a priori,
nos falta esa ayuda enteramente. ¿En qué me apoyo y qué es lo que hace posible
la síntesis si quiero ir más allá del concepto A para reconocer que otro
concepto B se halla ligado al primero, puesto que en este caso no tengo la
ventaja de acudir a la experiencia para verlo? Tomemos la proposición “Todo lo
que sucede tiene una causa”. En el concepto "algo que sucede" pienso,
desde luego, una existencia a la que precede un tiempo, etc., y de tal concepto
pueden desprenderse juicios analíticos. Pero el concepto de causa se halla
completamente fuera del concepto anterior e indica algo distinto de "lo
que sucede"; no está pues contenido en esta última representación. ¿Cómo
llego, por tanto, a decir de "lo que sucede" algo
completamente distinto y a reconocer que el concepto
de causa pertenece a “lo que
sucede" (...)
No puede ser la experiencia, pues el mencionado
principio no sólo ha añadido la segunda representación a la primera aumentando
su generalidad, sino incluso expresando necesidad, es decir, de forma
totalmente a priori y a partir de meros conceptos. El objetivo final de
nuestro conocimiento especulativo a priori se basa por entero en
semejantes principios sintéticos o extensivos. Pues aunque los juicios analíticos son muy importantes y necesarios,
solamente lo son con vistas a alcanzar la claridad de conceptos requerida para
una síntesis amplia y segura, como corresponde a una adquisición realmente
nueva.
Texto
17
“Cuando
se tiene la necesidad de hacer de la razón un tirano, como hizo Sócrates,
entonces necesariamente no es pequeño el peligro de que alguna otra cosa haga
al tirano. La racionalidad fue intuida entonces como salvadora; ni Sócrates ni
un “enfermo” era libre de ser razonable –era de rigor, era su último recurso.(…)
Yo me di cuenta que Sócrates y Platón son síntoma de decaimiento”
Texto
18
“Para expresarnos
en términos compresibles para los filósofos, sólo puede acabarse partiendo de
dos premisas prácticas. Para que se convierta en un poder “insoportable”, es
decir, en un poder contra el que hay que sublevarse, es necesario que engendre
a una masa de la humanidad como absolutamente “desposeída” y, a la par con
ello, en contradicción con un mundo existente de riquezas y de cultura, lo que
presupone, en ambos casos, un gran incremento de la fuerza productiva, un alto
grado de su desarrollo; y, de otra
parte, este desarrollo de las fuerzas productivas (que entraña ya al mismo
tiempo, una existencia empírica dada en un plano histórico-universal, y no en
la vida puramente local de los hombres) constituye también una premisa practica
absolutamente necesaria, porque sin ella sólo se generaliza la escasez y , por
tanto, con la pobreza, comenzaría de nuevo, a la par, la lucha por lo
indispensable.”
Texto 19
“Tiempo y espacio
son dos fuentes de conocimiento de las que pueden surgir a priori diferentes
conocimientos sintéticos, como lo muestra de modo particularmente brillante la
matemática pura en lo referente al conocimiento del espacio y sus relaciones.
Tomados juntamente, espacio y tiempo son formas puras de toda intuición
sensible, gracias a lo cual hacen posibles las proposiciones sintéticas a
priori”
Texto
20
“El Señor me concederá, como lo
espero, poderte contestar, o mejor dicho, que tú mismo te contestes, iluminado
interiormente por aquella verdad que es la maestra soberana y universal de
todos(…)Porque , si no es cierto que Él nos la ha dado, hay motivo para
inquirir si nos ha sido dada con razón o sin ella, a fin de que, si llegáramos
a ver que no ha sido dada con razón, tengamos también por cierto que nos la ha
dado aquel de quien el hombre ha recibido todos los bienes, y que si, por el
contrario, descubriéremos que nos ha sido dada sin razón, entendamos igualmente
que no ha podido dárnosla aquel a quien no es lícito culpar de nada. Más si es
cierto que de Él la hemos recibido, entonces, sea cual fuere el modo como la
hemos recibido, es preciso confesar también que, sea cual fuere el modo como
nos fue dada, ni debió no dárnosla ni debió dárnosla de otro modo distinto de
cómo nos la dio; pues nos la dio aquel cuyos actos no pueden en modo alguno ser
razonablemente censurados.”
Texto
21
“Por otra parte, como el bien tiene
razón de fin, y el mal, de lo contrario, sígase que todo aquello a lo que el
hombre se siente naturalmente inclinado lo aprehende la razón como bueno y, por
ende, como algo que debe ser procurado, mientras que su contrario lo aprehende
como mal y como vitando. De aquí que el orden de los preceptos de la ley
natural sea correlativo al orden de las inclinaciones naturales. Y así
encontramos, ante todo, en el hombre una inclinación que le es común con todas
las sustancias, consistente en que toda sustancia tiende por naturaleza a
conservar su propio ser. Y de acuerdo con esta inclinación pertenece a la ley
natural todo aquello que ayuda a la conservación de la vida humana e impide su
destrucción.”
Texto
22
Voy
a explicároslo. Los filósofos, al ver que su alma está verdaderamente ligada y
pegada al cuerpo, y forzada a considerar los objetos por medio del cuerpo, como
a través de una prisión oscura, y no por sí misma, conocen perfectamente que la
fuerza de este lazo corporal consiste en las pasiones, que hacen que el alma
misma encadenada contribuya a apretar la ligadura. Conocen también que la
filosofía, al apoderarse del alma en tal estado, la consuela dulcemente e
intenta desligarla, haciéndola ver que los ojos del cuerpo sufren numerosas
ilusiones, lo mismo que los oídos y que todos los demás sentidos; la advierte
que no debe hacer de ellos otro uso que aquel a que obliga la necesidad, y la
aconseja que se encierre y se recoja en sí misma; que no crea en otro
testimonio que en el suyo propio, después de haber examinado dentro de sí misma
lo que cada cosa es en su esencia; debiendo estar bien persuadida de que cuanto
examine por medio de otra cosa, como muda con el intermedio mismo, no tiene
nada de verdadero. Ahora bien; lo que ella examina por los sentidos es sensible
y visible; y lo que ve por sí misma es invisible e inteligible. El alma del
verdadero filósofo, persuadida de que no debe oponerse a su libertad, renuncia,
en cuanto le es posible, a los placeres, a los deseos, a las tristezas, a los
temores, porque sabe que, después de los grandes placeres, de los grandes
temores, de las extremas tristezas y de los extremos deseos, no sólo se
experimentan los males sensibles, que todo el mundo conoce, como las enfermedades
o la pérdida de bienes, sino el más grande y el íntimo de todos los males,
tanto más grande, cuanto que no se deja sentir.
—¿En qué consiste ese mal, Sócrates?
—En que obligada el alma a regocijarse o afligirse por
cualquier objeto, está persuadida de que lo que le causa este placer o esta
tristeza es muy verdadero y muy real, cuando no lo es en manera alguna. Tal es
el efecto de todas las cosas visibles; ¿no es así?
—Es cierto, Sócrates.
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