martes, 1 de marzo de 2016

Época contemporánea III: Nietzsche

NIETZSCHE (1844-1900)

La filosofía de Nietzsche hace de la vida la fuerza primigenia y el criterio de valor absoluto. Este vitalismo le lleva a criticar radicalmente la cultura occidental, que está en decadencia porque ha adoptado, según Nietzsche una actitud intelectual contraria a la vida. La cultura occidental se encuentra viciada desde su origen, por lo que su crítica será radical y total y abarcará todos los aspectos de la cultura europea, desde el racionalismo dogmático hasta la moral y religión occidentales.


Esta filosofía crítica nietzscheana es considerada como filosofía negativa. Se trata de la filosofía de la sospecha o filosofía del martillo que destruye y niega desde el pensamiento socrático, la filosofía platónica y la filosofía idealista alemana como la moral y la religión judeocristiana. El diagnóstico de Nietzsche será la consideración de que la cultura occidental es una crítica de este mundo y de sus valores de manera que se ha inventado otro mundo cuyas características son la perfección, la racionalidad y lo divino.

Acusó así, al racionalismo de haberse centrado en la insistencia de atribuir realidad exclusivamente a las conclusiones de la razón y tan sólo apariencia y engaño a la de los sentidos. Tal insistencia ha significado el rechazo contra los instintos y el odio contra la vida así como la creación de ídolos filosóficos como la Verdad, el Bien, la Idea, El Ser, el Dios único, el ente, la cosa en sí, etc. Según Nietzsche la historia de la filosofía es una gran mentira basada en conceptos metafísicos inventados. La verdad no existe; es una ficción que elabora la razón para satisfacer y encubrir necesidades vitales como el consuelo o la seguridad.

Sócrates es considerado por Nietzsche como el gran corruptor ya que puso fin a la síntesis y equilibrio entre lo apolíneo y lo dionisiaco representado en la tragedia griega. En ella se observaba la fusión artística de las dimensiones más artísticas del pueblo griego. Por una parte la dimensión de equilibrio, de serenidad, de claridad representada por el dios Apolo. Por otra parte, aparece la dimensión de la embriaguez mística, los impulsos creativos y espontáneos, lo desordenado, irracional y primitivo, representado por Dionisos, dios de la desmesura y de la alegría desenfrenada.

Es Sócrates por tanto, el máximo responsable de la degradación de lo que había de vital en la civilización griega instaurando. Su racionalidad extrema es responsable del triunfo en su filosofía del hombre teórico sobre el hombre trágico. Platón acentuó ese error al inventar un “mundo verdadero”, opuesto al mundo del devenir sensible, que desde entonces fue visto como “engañoso “y “aparente”.
El error se produjo porque Platón consideró el lenguaje como algo autónomo, como si los conceptos universales designasen seres superiores al mundo real, y existentes por sí mismos, cuando en realidad tanto el lenguaje como la razón son instrumentos al servicio de la vida. De ese “culto a la gramática” surgieron la metafísica y la ciencia, saberes vacíos, que han ahogado la espontaneidad de la vida bajo el peso de las abstracciones formales.

Nietzsche emprende, así mismo, una crítica de la moral socrática y platónica. Una moral intelectualista y antinatural basada en una concepción de la virtud como un ejercicio exclusivamente racional, donde el cuerpo, las pasiones y los instintos, que pertenecen a la parte menos valiosa del alma deben reprimirse.

En relación con la moral occidental, Nietzsche plantea una crítica a la religión: el cristianismo agudizó la escisión entre razón y vida al proyectar los valores en un Dios trascendente, frente al cual el hombre y la naturaleza son negados. Impuso así una moral de esclavos, basada en la obediencia, el sacrificio, la mansedumbre y el gregarismo (moral de rebaño) donde la conducta humana se somete a una ley considerada divina. Esta moral de esclavos iguala a todos los individuos y promueve el amor al prójimo. Es una moral pasiva que no crea valores nuevos.

Según Nietzsche fue Kant quien dio el último paso, aplastando la sensibilidad bajo su ética del deber, basada en una ley moral y abstracta.

Este predominio de la moral de esclavos así como la sucesión constante de distintos ídolos filosóficos ha llevado a la cultura occidental a su destino irremediable: El nihilismo. La búsqueda de lo permanente resulta insuficiente para expresar la vida. “Dios ha muerto”. Esta afirmación nietzscheana representa la ausencia de fundamentos metafísicos en el saber o en las valoraciones morales. La nada ha acabado imponiéndose.

Ahora bien, si el nihilismo es un destino ineludible de la llamada civilización europea, desconocerlo y no asumirlo adecuadamente, impedirá al hombre vivir y valorar de acuerdo con lo que es propio de la vida humana. Frente al nihilismo pesimista propio de quien se deja abatir por la constatación de la muerte de Dios, resignándose a vivir, Nietzsche opta por un nihilismo optimista, creativo, que asume la vida sin resentimiento ; aquel que rigiéndose por la moral de señores, aspira a una constante superación personal, mostrando su auténtica creatividad. Esta es la gran tarea del vitalismo nietzscheano, desencadenar al hombre de todos los valores ficticios para así devolverle el derecho a la vida. Este nihilismo se desarrolla como una fuerza que discurre de lo negativo a lo positivo, es decir, negar para afirmar, destruir para crear.

La trasmutación de los valores de la cultura occidental puede resumirse en los siguientes puntos: En primer lugar la defensa de una moral de señores frente a la de débiles y esclavos. La nueva moral consiste en la exaltación de los instintos primarios de la vida, en la nueva moral debe imponerse la voluntad de la vida, la supervivencia del individuo frente a la resignación de vivir.

Así se recuperan los valores de la tierra. La muerte de Dios es una ocasión para cultivar nuevos valores. La vida es autosuperación. Nietzsche representa la vida como una apasionada voluntad de poder, como la propia lucha de lo que está vivo por sobrevivir; es afirmación constante de la vida tal y como es, una afirmación del devenir.

En relación con dicha afirmación, Nietzsche afirma que no hay más mundo que éste, negando el mundo platónico y el mundo cristiano, así como su concepción lineal del tiempo. En ambos casos, la vida estaría destinada a negar su origen, como si huyera de sí misma. Por el contrario, para Nietzsche, el progreso moral y temporal que busca la voluntad de poder consiste en la renovación constante de su impulso vital o eterno retorno de lo mismo. El eterno retorno es el intento de Nietzsche de recuperar la visión trágica de la realidad del pensamiento presocrático: si no hay más mundo que éste, constituido por un número finito de fuerzas que se despliegan a lo largo de un tiempo infinito, cada configuración del universo deberá repetirse eternamente. Esta unión de devenir y eternidad le permite superar la escisión que establecía el cristianismo entre la tierra (lo finito) y el cielo (lo infinito), ya que ahora cada instante adquiere el rango de eternidad.

Entendido de esta manera, la idea del eterno retorno es trágica y terrible para el hombre; ya que anula toda esperanza: solo queda la vida repitiéndose eternamente, con su carga de dolor y de alegría. Ante esta perspectiva, el hombre nihilista cae en desesperación. Pero ese hombre no es sino un puente que ha de conducir al superhombre.

Por tanto aspirar al superhombre no es fácil. Es algo sutil que exige aprendizaje y conlleva asumir riesgos y contradicciones. La transformación de hombre en superhombre requiere el siguiente proceso: El hombre es al principio un animal de carga asemejándose a un camello, ya que carga con el peso de la ley moral; luego se asemeja a el león, cansado de la carga que soporta se rebela y busca conocimiento; finalmente se asemeja al niño, cuyas acciones fluyen espontáneamente sin restricción ajena a el mismo, crea nuevos valores y acepta la inocencia del devenir.

Frente al hombre moderno occidental, decadente, domesticado y sometido a ideales vacíos que lo debilitan; el superhombre nietzscheano concibe la vida como un continuo experimento en el que la vida humana puede alcanzar formas más elevadas. El superhombre es espíritu libre y fuerte que cultiva tanto los valores apolíneos como los dionisiacos, se percata de la nada y de la muerte de Dios con voluntad de poder, se rige por una moral de señores y no de esclavos, asume sin resentimiento y con alegría el sentido de la tierra, afirma la vida con el deseo de que se repita eternamente. Así el superhombre es el que sabe que “para poder decir sí auténticamente a algo, hay que decir sí a todo” (Así habló Zaratustra).

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